La revolución 4.0 y los desafíos del sindicalismo: entrevista a Vanesa Núñez

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13 min readNov 25, 2022

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Vanesa Núñez

Vanesa Núñez es secretaria Administrativa y de Organización Nacional en la Unión Trabajadores de Entidades Deportivas y Civiles (UTEDYC) y secretaria de Innovación y del Futuro del Trabajo en la Confederación General del Trabajo de la República Argentina (CGT), junto a Carlos Bonjour. Desde este doble rol coordina y programa un sinfín de tareas vinculadas a la reorganización sindical en un mundo del trabajo que se presenta tan cambiante como inestable. A pesar de que muchas asociaciones sindicales son reticentes a los cambios y a la incorporación de las nuevas tecnologías, Vanesa entiende e insiste en que es primordial que los sindicatos se readapten para poder hacer frente a los nuevos desafíos. Desde esta convicción prepara y sensibiliza a los y las dirigentes sindicales en lo relativo a la ciberseguridad, la minería de datos, la importancia de la información y de la comunicación vinculada a la revolución 4.0.

Vanesa, desde un punto de vista sesgado, quizás, el sindicalismo parece ser meramente territorio y corporalidad. ¿Cómo son las estrategias de las organizaciones sindicales frente a la digitalización del mundo laboral, cuando un supuesto enemigo se presenta invisible, incorpóreo?

Hay que encaminarse dentro de algo que ya estamos haciendo en UTEDYC y es plantear que el mundo del trabajo cambió y está cambiando, y que, por lo tanto, las formas de representar a las personas necesitan ser diferentes. Esa es la premisa principal desde la que debemos partir. El cambio tecnológico es inevitable. En ese sentido, tengo una doble experiencia: una a través de UTEDYC, desde donde manejamos toda la información, afiliaciones, elecciones, comisiones directivas, etc. Todo el metadato pasa por esta oficina. En paralelo están las comunicaciones, redes sociales y otros instrumentos virtuales que nos permitieron acercarnos a todo el país. UTEDYC tiene la Secretaría Nacional de Redes y Tecnología de la Información separada de la Secretaría de Prensa, son áreas distintas, contamos con un plantel propio de trabajadores y trabajadoras, porque hay un trabajo permanente sobre las redes sociales. Ahora, desde la CGT, la perspectiva cambia, ¿por qué?, porque las organizaciones sociales son muy diversas, hay muchas, tienen distintos paradigmas culturales, diferentes tipos de representación, entonces las formas de interpelar a cada organización sindical van variando. Para los industriales el gran tema es la robotización, para los sindicatos de servicios el tema central es el teletrabajo, entonces ahí las estrategias son particulares para cada organización.

Nosotros desde la CGT, en este momento, estamos trabajando en la reglamentación del teletrabajo juntamente con el Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social, colaboramos para impulsar el registro de teletrabajo y un manual sobre el tema que va a sacar el Ministerio, estamos armando un contralor sindical para hacer una suerte de censo de teletrabajo porque tenemos un vacío de inspección que alarma a los sindicatos y alarma al Estado. Es decir, ¿cómo hacemos para verificar si la persona está efectivamente trabajando en su casa? Hay todo un trabajo que hacer ahí, reglamentar y garantizar derechos y poner en valor la información que el sindicato tiene al respecto. Por ejemplo, esta empresa tiene X cantidad de personas trabajando en modalidad teletrabajo, bueno, la tarea es poner esa información a disposición del Ministerio, para que las entidades empleadoras comiencen a hacer el registro, que, en principio, es voluntario. Y eso hace que el contrato de teletrabajo entre al Ministerio, se dé traslado al sindicato y así asistir a ese trabajador o esa trabajadora para que sepan evaluar si están bajo un régimen adecuado según la normativa.

Sobre este último punto, ¿no se abrirá un conflicto entre formas de monitoreo de los trabajadores y las trabajadoras y el derecho a la intimidad? ¿Es clara la ley en relación con las responsabilidades en las formas de proceder del Estado?

No, no es muy esclarecedor respecto de modos de proceder, justamente porque el Estado está comenzando a allanar el camino. El trabajo remoto existe hace muchos años y hay algunas actividades que hace décadas que producen bajo esta modalidad. El tema es que la pandemia lo instaló y zanjó todos los prejuicios que los empleadores tenían al respecto. Vos antes de la pandemia planteabas teletrabajo en un convenio colectivo y habitualmente la patronal se negaba porque no te podía controlar. La pandemia los obligó a todos a adoptar el trabajo remoto, y se dieron cuenta de que funciona y que es rentable porque tienen menos gastos. Entonces explotó el teletrabajo y hace más de dos años que estamos bajo esta modalidad sin aplicación de ley, porque las entidades empleadoras y los grandes pools empleadores sostienen que la ley no está en vigencia mientras rija la emergencia sanitaria. Por eso tuvimos que interpelar al Gobierno para que a fin de año ratifique el fin de la emergencia y dejen de recusar la aplicación de la reglamentación de teletrabajo. Ahí está toda la batería de derechos que ya conocemos: que te den los elementos de trabajo, derecho a la desconexión, que te compensen por los gastos extra que asume el/la empleado/a, etc. Bueno, todos los derechos que le confiere la ley. Estamos haciendo eso a nivel macro en la CGT, trayendo y compartiendo experiencias de, por ejemplo, Alemania, para ver cómo abordan el futuro del trabajo en otras latitudes, hablando con distintos sectores para saber y ver qué les pasa en relación con el futuro del trabajo.

El teletrabajo es un gran tema, pero hay un sinfín de temas subyacentes, como las plataformas, y no solo las plataformas que ya conocemos (Rappi, Uber) sino la plataformización de la cultura. Por ejemplo, sindicato de actores, de músicos, de trabajadores y trabajadoras del espectáculo público, ¿qué pasa con los contenidos web o con los contenidos de plataformas? ¿Qué pasa con los cupos nacionales de los contenidos culturales en las plataformas extranjeras que hacen que nuestra gente consuma productos de afuera y no cultura nacional? Muchos de los temas tienen que ver con especificidades de cada área; el autopartista industrial tiene otras problemáticas. Después hay cuestiones particulares de actividades sindicales, hay sindicatos que están extinguiéndose por la naturaleza del servicio que prestan y nuevas tareas que comienzan a surgir y no están encuadradas en ninguna parte. Es una hecatombe para la organización sindical, pero una hecatombe que no es negativa, sino que nos mueve todas las estructuras, y tenemos que tener la capacidad de estar a tono con lo que pasa, con lo que perdemos y con lo que tenemos para ganar, porque vamos a perder puestos y vamos a ganar puestos. Pero insisto, lo primero que tenemos que hacer es que la dirigencia sindical comprenda lo que está pasando y que no se trata de algo que se pueda evitar.

¿Hay un tradicionalismo que se resiste a eso?

¡Ojo!, porque eso es parte de una especie de estrategia empresarial que siempre ubica al sindicalismo en un lugar de retroceso, de lo vetusto, entonces te quitan espacio en el diálogo social. Nosotros queremos saber cómo se instalan esas tecnologías, de qué manera, para qué y por qué. El sindicato discute la idea de que la tecnología es una verdad revelada. El algoritmo marcó que vos produjiste tanto, entonces no podés discutir el algoritmo, sí que puedo discutirlo, puedo discutir con la persona que implementó ese algoritmo, que lo sesgó. Es un instrumento, no es un oráculo. Entonces hay muchos sindicatos que no tienen una mirada antigua, algunos sí, pero no todos. Además de UTEDYC, hay muchos otros que están interpelados por la revolución 4.0, estudiando su población representada, intentando acercarse a las nuevas modalidades de empleo, y además, y creo que un rol muy muy importante de las organizaciones sindicales, incluso de las más tradicionales, es la capacitación, la formación profesional en Argentina que cuenta con un apoyo sindical inédito en el resto del mundo: escuelas, terciarios y centros de formación profesional especializados que pueden solventar la demanda técnica de cualquier nicho productivo, pero como nos excluyen de la discusión social… Dicen: “tengo que contratar tanta cantidad de personas que sepa operar determinada cosa, pero no hay en el mercado”. Bueno, si lo hablaras con el sindicato quizás en un año capacita y forma para satisfacer esa demanda. Pero, claro, hay una resistencia a hablar con los sindicatos de innovación y tecnología desde el empresariado, porque el actor sindical es un actor molesto, porque viene a preguntar, a cuestionar. Entonces nos corren y ahí es donde aparece el Estado que debe garantizar que el diálogo sea tripartito. A veces lo garantiza, a veces más o menos, siempre depende de qué se trate y de qué gobierno estemos hablando.

Muchas veces quedan invisibilizadas las responsabilidades de los sindicatos en relación con la ciberseguridad de sus afiliados y afiliadas. ¿Las organizaciones son conscientes del material sensible que manejan? ¿Tienen responsabilidad efectiva con lo que sucede con la información de sus afiliados y afiliadas?

Sí, tenemos responsabilidad en un doble sentido: porque somos empleadores y porque tenemos la base de datos de la comunidad que representamos. Me parece que hay una desidia generalizada en relación con el cumplimiento de la Ley de Protección de Datos Personales y la registración de las bases de datos y de la seguridad informática. Porque no es algo que le pasa solo a la organización sindical; cualquier empresa, aun prestigiosa o importante, cuando te sentás a hablar y le preguntás cómo resguardan la información sensible de sus empleados o empleadas no te puede contestar, no hay controles estatales al respecto, excepto si querés ir a licitar alguna cuestión acotada, pero no hay un control exhaustivo. Entonces, digo, sí el sindicalismo puede ser “ligero” a la hora de acatar las normativas relacionadas con la seguridad informática, la encriptación de bases de datos, etc., pero no es el único, existe un panorama similar a nivel nacional. UTEDYC está en regla en ese sentido porque de hecho tenemos validaciones gubernamentales de información con APIs, o sea, tenemos que cumplir con todos requisitos nacionales de seguridad. Pero vuelvo al principio, traccionado por distintos motivos, tanto las organizaciones sindicales como las empresas, tienen que poder ver que es útil, ¿por qué una empresa no registra su base de datos? Y si lo hace, ¿para qué, con qué sentido? La organización sindical no se lo pregunta porque no lo sabe y si lo sabe tal vez dice “y… si no es obligatorio, ¿para qué lo voy a hacer?”. Creo que ahí está fallando la política del Estado, porque si dejamos algo tan importante como la preservación de datos personales y la ciberseguridad en manos de la voluntad de hacer o no, estamos en problemas.

Respecto a esto último, ¿vos creés que hay mejoras en relación con la Ley de Protección de Datos Personales a partir de la presentación de los últimos proyectos que buscan modificarla y actualizarla?

Es un tema; ni siquiera cumplimos con la normativa vigente, vos le pedís a una entidad empleadora que proporcione toda la información que almacena de una persona y no se la quiere dar, y está incumpliendo abiertamente con el derecho de información de la Ley de Protección de Datos Personales. Vos venís acá y acá hay cámaras de seguridad que te grabaron; si interponés una nota y pedís desgrabar los tramos en que aparece tu imagen, no podemos negarlo, no deberíamos negarlo. Bueno, las entidades empleadoras lo niegan sistemáticamente ¿no? Entonces, sí, está buenísimo la labor parlamentaria, pero tiene que haber un organismo que regule la aplicación de lo legislado. Sino no tiene sentido, terminamos siendo las organizaciones sindicales las que lo pedimos. ¿Por qué? Porque esos instrumentos son los utilizados para despedir y sancionar; entonces nosotros empezamos a indagar qué verosimilitud tiene esa herramienta, dónde está registrada, qué hacés con esa información, cómo sé yo que esa información no se la vendiste a una prepaga…, etc.

Retomo un ítem que mencionaste anteriormente relativo a la comunicación. Hace unos días salió un informe de la Defensoría del Público: analizaba la construcción mediática de los imaginarios sociales acerca del sindicalismo. ¿Vos qué lectura hacés de los estigmas que los medios se encargan de construir en relación con los sindicatos y qué importancia le das a que los sindicatos tengan sus propias herramientas de comunicación para intentar, al menos, disputar el sentido con esa construcción estigmatizada?

Es un tema superinteresante; hemos trabajado mucho al respecto, hicimos estadísticas, estudiamos, analizamos cuántos sindicatos tienen redes sociales, cómo comunican, etc. Publicamos tres artículos en la FES al respecto, así que tengo un montón para hablar sobre el tema. Por un lado, está el imaginario negativo hacia el sindicalismo, que ubica al actor sindical como un actor molesto para el diálogo social. Para el empresariado siempre es molesto y para el Estado depende de cuál sea el gobierno, así que el mensaje y el metamensaje de los medios siempre es negativo hacia el sindicalismo. Vos vas a ver en todos los diarios un hecho de corrupción de un dirigente sindical, pero no vas a ver las ciento de miles de interesantes obras, acciones o gestiones que hace, es algo con lo que venimos lidiando desde el siglo XIX. En esa línea, yo creo que al visualizar que el mundo y la forma de trabajar, la forma de vincularse con el trabajo y la información, y la forma de construir un sentido colectivo es distinta, el sindicalismo necesita reconvertir la forma de representar. Aunque el sentido del mensaje histórico siga siendo el mismo: “si estamos unidos vamos a ser más fuertes”, eso no dejará de estar nunca presente; pero hay una reticencia — a veces, desde las organizaciones sociales mismas — a abrirse a las nuevas formas de comunicación. ¿Por qué? Porque se trata de un actor estigmatizado: si yo subo, como un sindicato, a las redes sociales que se cerró una paritaria por equis por ciento, al trabajador o trabajadora impactado por esa paritaria le va a parecer poco, porque en el proceso inflacionario permanente que vive la Argentina todo parece poco, y ¿con quién se enoja? Con el sindicato. No con el patrón que no quiere aflojar… Como si el sindicato se sentara y dijera “ — Bueno ¿cuánto me podés dar? […] — OK, listo”. Las paritarias no funcionan así. Estaría buenísimo cerrar una paritaria no sé… al 300%, pero no nos lo permite la otra parte con la que estamos discutiendo ni nos lo permite el Estado, pero ¿con quién se enojan? Con el sindicato.

Nosotros entendemos que está naturalizado el enojo hacia el sindicato porque en esa negociación somos el actor más cercano, somos el que siempre está; es más fácil ser rebelde con el sindicato que con el patrón, o con un funcionario del Estado. Entonces, lo dinámico y fugaz de las redes sociales, por la forma efímera en que se consumen, se vuelve un terreno inexplorado para el sindicalismo. Así te encontrás con una CGT que no tenía página web hasta hace poco tiempo, porque todo era largar información, postear, a ver qué repercusión puede llegar a tener, y el feedback de las redes sociales, si no está bien gestionado ni bien entendido, aterroriza a las organizaciones sindicales. Ante cualquier cosa que subas, aunque sea la noticia de la construcción de un hotel cinco estrellas del sindicato, vas a recibir insultos, pero si vos no entendés que hay que hacerlo porque hay que conquistar esa arena de comunicación, otro va conquistarla por vos y tenés que hacer frente a eso; retraerse y no hacerlo es profundamente negativo para las organizaciones.

Parte de esos prejuicios acerca de la tecnología y la comunicación muchos ya lo están comenzando a cuestionar. Y en este sentido, muchos se debieron flexibilizar en la pandemia, yo creo que por dos cuestiones fundamentales: una, porque necesitaban de TIC para comunicarse con todo el mundo, empezaron a usar zoom (hay dirigentes que no usaban WhatsApp y lo empezaron a usar en la pandemia), pero también porque hubo, por la pandemia misma, un recambio generacional forzoso, dirigentes que no podían salir y mucho manejo de las nuevas tecnologías que los dirigentes más viejos delegaban en cuerpos directivos más jóvenes, a los que les era más natural convivir con ese mundo tecnológico. Eso es interesante porque hubo una aceleración de la tecnologización, pero también una aceleración del trasvasamiento generacional en los cuerpos directivos de los sindicatos.

Vuelvo al principio: yo creo que la construcción de sentido no deja de ser en la calle y con el cuerpo, pero esto no es excluyente, entiendo que hay otros espacios, nuevos espacios, donde hay que disputar sentido y no solo disputar sentido sino dar batallas concretas sobre ciertas injusticias que por ahí las organizaciones sindicales no visualizan porque escapan a su experiencia. Entonces, estrategias tenés: se pueden hacer paros digitales, medidas de fuerza digital, lo digo porque las he organizado, apagones… Tenemos un montón de instrumentos para trabajar. Las juventudes por ahí no militan ideas políticas o sindicales, pero militan muchísimo en las redes sociales, por diversas causas. Y la militancia debe poder ser digital. Es un campo que las empresas ya tienen allanado. Pasó incluso en la política cuando se constituyó Cambiemos, la disputa de sentido fue en las redes sociales. Pero los partidos más tradicionales, por llamarlos de alguna manera, no daban esa pelea, no hablaban de política en las redes sociales, no debatían en Instagram, no lo hacían hasta que vieron que ese instrumento sirvió para canalizar el sentido común de las personas. Y con el sindicalismo pasa algo similar; hay que ocuparse de esos espacios.

Hay una cuestión transversal que aún no hemos mencionado en relación con el género y las disidencias, y quería saber tu opinión respecto a la participación de las mujeres en el sindicalismo y en las cúpulas sindicales…

La realidad de UTEDYC es particular, somos el segundo o tercer gremio nacional con mujeres ejerciendo cargos dirigenciales, pero no es la realidad de todo el ámbito sindical. El ejercicio del poder político y el poder sindical es y ha sido muy masculinizado, y el sindicalismo aún más por los prejuicios que giran en torno a lo que significa ser un dirigente sindical. Esto condiciona la presencia de las mujeres ya que no es un espacio ameno para nosotras, y yo creo que hay una efervescencia de cambio básicamente porque los feminismos empujan esas estructuras hacia el cambio. Y las necesidades de las personas que representamos traen estas nuevas visiones y problemáticas, y la dirigencia sindical, con o sin convicción, tiene que empezar a dar espacio a las mujeres, a las juventudes. Y con las disidencias, ni hablar; aún estamos muy lejos de poder incorporarlas. Sin embargo, hay un cambio que se está gestando, muestra de ello es que la CGT en su nuevo Confederal da la normativa de que todas las secretarías deben ser compartidas por un varón y una mujer. Entonces somos el doble de miembros del Consejo Directivo porque somos un varón y una mujer por sindicato. Algunos pueden decir que es solo maquillaje, puede serlo. Pero la oportunidad existe y hoy las mujeres habitan la CGT en todas las secretarías, y desde ahí se construye. Y, también, el sindicalismo es parte del entramado social, no es que el sindicalismo sea machista, la sociedad lo es, y el sindicalismo no es más que una parte de esa sociedad. Pero sí, creo que las mujeres feministas que somos militantes y dirigentes sindicales tenemos, ya de por sí, un impulso de transformación de la realidad, porque la dirigente sindical en definitiva tiene como anhelo cambiar la realidad de las personas a las que representa, preservar derechos y conquistar nuevos, entonces las mujeres sindicalistas feministas — porque ser mujer no es sinónimo de ser feministas — tienen mucha fuerza y mucho empuje y generan cambios en las organizaciones sindicales: ahora se discuten licencias de género, licencias de cuidado, cuestiones que antes se mencionaban pero nunca eran ponderadas en las agendas.

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